Nos gusta deleitarnos comiendo y suele ser un gustazo, pero, en muchas ocasiones, lo hacemos pese a no tener hambre. Muchas personas no son capaces de distinguir la sensación de hambre real, la que nos impulsa a comer para nutrirnos, de la del hambre emocional.
Así, comen y comen, tratando de llenar un vacío que en realidad no se encuentra en su estómago. Esto es una mala gestión de emociones negativas, como la preocupación excesiva, el miedo al futuro o al fracaso, las presiones, la soledad o incluso algo tan sencillo como el aburrimiento.
La falta de autoestima, el estrés, la tristeza o las inquietudes diarias, pueden ser un acicate para el hambre emocional, tan difícil de saciar. Comer sin justificación y sin necesidad de hacerlo, además, suele desembocar en otros problemas como el aumento de peso, el descontrol del colesterol y, más allá de lo puramente físico, nuevos sentimientos negativos como la culpa, que otra vez inician el ciclo de hambre emocional, generando, en muchas ocasiones, un círculo difícil de romper.
Si es tu caso, tendrías que dedicarte un tiempo para aprender a diferenciar el hambre real, que suele llegar a las horas habituales, del hambre emocional.
Diferencias entre hambre emocional y real:
- Te asalta: mientras que el hambre real aparece poco a poco y va en aumento, además de coincidir habitualmente con tus horarios de comidas, el hambre emocional te aborda en cualquier momento y es una sensación fuerte desde el principio, no crece poco a poco ni respeta ningún horario.
- No te satisface: cuando terminamos de comer para alimentarnos, nos sentimos gratificados y satisfechos, sin embargo, el hambre emocional nos genera descontento, culpabilidad e insatisfacción.
- Pide caprichos: el hambre real se puede satisfacer con fruta, con una ensalada o con cualquier plato saludable en sus justas cantidades, de forma opuesta, el hambre emocional nos insta a comer mal, exceso de dulces, fritos u otras opciones hipercalóricas.
Podemos usar algunos recursos para evitar caer en las comilonas que el hambre emocional puede provocarnos.
- Dedícate tiempo: Es importante que intentes entender tu interior y trates de ponerle nombre a tus sentimientos. Las emociones negativas o no, necesitan de nuestra atención, a veces es preferible desahogarse, que ignorar lo que sentimos y acumularlo dentro.
- Ayuda profesional: tanto un profesional de la psicología como uno de la nutrición pueden ser grandes aliados en este caso.
- Distráete: busca hacer algo que te entretenga y que sitúe tu mente en otra parte. Puedes salir a caminar, abrir un libro o cualquier acción que capte tu atención y te ayude a olvidarte del hambre emocional que te asalta.
- Respira: las técnicas para relajarnos basadas en la respiración pueden ser un gran apoyo. Respira despacio y profundamente, concéntrate en el aire que entra y sale, trata de alargar el tiempo de la exhalación, y procura llevar el aire al diafragma, para hinchar tu vientre con cada inhalación.
Puesto que el vacío emocional de tu estómago nunca se llenará con comida, debes admitir que no es el apetito con lo que tienes que lidiar, debes regalarte un tiempo para descubrir qué te genera hambre emocional y atacar a la verdadera raíz del problema. Trabajar tu inteligencia emocional.